La educación es la madurez con la que se respetan y se reconocen las responsabilidades ajenas de los demás.
Para construir una familia, se debe aprender a desarrollarse ordenadamente dentro de ella. Aprendiendo en su familia original a formar la posterior y así poder aventajar y progresar en la vida. Si no, siempre seremos arrastrados por las circunstancias y adversidades de la ignorancia y ocuparemos el tiempo en curar, en vez de prevenir y cultivar el porvenir.
Y si no es así, será imposible centrarnos en el presente para que nos impulse y nos motive, a toda la familia con un mismo propósito común, por eso la diplomacia es el molde de la educación social.
El que es hijo conoce a los hijos. El que es padre conoce a los padres. El que es hermano y esposo, conoce y comprende a los hermanos y esposos, padres e hijos.
Cuando comprendemos, reconocemos y respetamos el estado de cada persona y su responsabilidad; entonces sabemos el lugar que nos corresponde en cada momento. A esto se llama ser educado, porque reconocemos la responsabilidad en la diferencia del tiempo que existe según y con quien nos encontramos.
Los que se elevan imponiéndose, para no entrar en este orden social.
En su debilidad serán humillados y rebajados. Porque se amasarán en su propia irresponsabilidad, queriendo imponérsela a sus allegados. Chocarán contra todos y tendrán su vida ausente de relaciones verdaderas llena de fingimientos e hipocresías movidas por el interés. Con sólo dos vínculos sociales alternativos ser sus amigos o enemigos.
El que se sabe ordenar, se complementa entre todas las personas consiguiendo mayor unidad y armonía con su diplomacia y educación social.
También tiene mayor acceso a todos, para transmitirles una personalidad complementaria, y poder enseñar todas las carencias por medio de la conciencia. Dispensándose y utilizando este don, para analizar cómo se puede aprender a aprender con todos los demás.
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